
La humedad relativa (HR) es un parámetro fundamental en el cultivo indoor de cannabis, especialmente durante la fase de floración. Un exceso de humedad no solo reduce la capacidad de transpiración y el rendimiento de la planta, sino que también aumenta la probabilidad de infecciones fúngicas como oídio o botritis. Mantener la HR en niveles adecuados exige una estrategia global que combine la elección del sustrato, la temperatura, la iluminación, la ventilación, el riego, el movimiento del aire y, cuando sea necesario, la deshumidificación activa.

Factores que determinan la HR en el cultivo indoor
En un cuarto de cultivo, la HR procede sobre todo de la transpiración de las plantas (80–90 %). En menor medida proviene de la evaporación del sustrato (10–20 %). La transpiración depende de la superficie foliar, del fotoperiodo y de la temperatura. La evaporación está ligada a la frecuencia y al volumen de riego, así como al tipo de sustrato.
El sustrato es un factor clave. Los orgánicos, como la turba o el coco, retienen mucha agua y pueden disparar la HR si el riego no se controla. Los minerales, como perlita, arlita o lana de roca, ofrecen mejor drenaje y oxigenación. Sin embargo, exigen riegos más frecuentes. El objetivo es equilibrar la retención de agua con la oxigenación de la raíz, evitando tanto la sequedad extrema como el encharcamiento.
La temperatura influye de forma directa en la HR. Cuando sube la temperatura, la HR baja. Cuando la temperatura baja, la HR sube. En crecimiento se recomiendan 24–27 °C de día y 19–22 °C de noche, con HR de 65–75 %. En floración, lo ideal es 23–26 °C de día y 18–21 °C de noche, con HR de 45–55 %. En la fase final de floración, se recomienda bajar aún más: 21–24 °C de día y 17–19 °C de noche, con HR en torno al 40–45 %.
La iluminación también condiciona la humedad. Las lámparas de sodio (HPS) emiten calor radiante hacia plantas y sustrato. Esto favorece la evaporación y la transpiración, lo que permite riegos más frecuentes sin que aumente en exceso la HR. Las lámparas LED apenas emiten calor radiante. Como resultado, el sustrato permanece húmedo más tiempo y la transpiración es menor. Esto obliga a reajustar tanto la estrategia de riego como la ventilación al sustituir HPS por LED.
Un concepto avanzado y muy útil es el déficit de presión de vapor (VPD). Este relaciona HR y temperatura. Un VPD equilibrado garantiza que la planta transpire de forma eficiente. Si es bajo, la planta apenas pierde agua y aumenta el riesgo de hongos. Si es alto, la planta transpira en exceso y entra en estrés hídrico.
Evolución de la transpiración durante el ciclo
La tasa de transpiración no es constante, sino que cambia según la fase del cultivo:
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Semanas 1–2 (enraizamiento): la transpiración es muy baja, ya que la planta es pequeña y tiene pocos estomas.
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Semanas 3–4 (crecimiento inicial): aumenta de forma moderada, pues las hojas jóvenes aún no están plenamente desarrolladas.
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Semanas 5–6 (crecimiento vegetativo pleno): se dispara, con hojas anchas, estomas muy activos y fuerte desarrollo vegetativo.
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Semanas 7–8 (transición a floración): la demanda de agua se vuelve muy alta por la expansión final de la masa foliar y de las ramas.
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Semanas 9–10 (floración temprana): se alcanza el pico máximo de transpiración; la vegetación es abundante y la planta exige mucha agua.
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Semanas 11–12 (floración avanzada): la transpiración empieza a disminuir, las hojas viejas frenan su actividad y la planta ralentiza su crecimiento.
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Semanas 13–14 (maduración y senescencia): la transpiración cae a niveles bajos; las hojas grandes se degradan y los estomas son menos activos.
Este patrón explica por qué los mayores riesgos de exceso de humedad se concentran entre las semanas 7 y 10, cuando coinciden la mayor masa foliar y la máxima actividad estomática.
Estrategias prácticas para el control de la HR
La ventilación es la herramienta principal para regular la humedad. En crecimiento se necesitan entre 20 y 30 renovaciones de aire por hora. En floración, la cifra sube a 30–60. El cálculo del caudal es sencillo: multiplica el volumen de la sala (largo × ancho × alto) por el número de renovaciones. Una sala de 12 m² con 2,5 m de altura (30 m³) requeriría en floración un extractor de 900–1.800 m³/h.
Asimismo, la intracción debe ser entre un 25 y un 35 % menor que la extracción. Así se mantiene la presión negativa y se evitan fugas de olor. La colocación es clave: entrada de aire en la parte baja y extracción en la parte alta. Esto crea un flujo cruzado que arrastra calor y humedad. En salas grandes conviene complementar la extracción central con ventilación secundaria. Se pueden usar conductos o intractores adicionales para asegurar una distribución homogénea del aire.
Es un fundamental que la extracción funcione de forma continua durante las horas de luz. En muchos casos conviene mantenerla también en la fase nocturna. Así se evitan picos de HR cuando la transpiración disminuye pero la evaporación residual se acumula.
El riego debe adaptarse al tipo de sustrato y a la fase del cultivo. En sustratos orgánicos conviene espaciar los riegos para no saturar el ambiente. En sustratos minerales se prefieren riegos más frecuentes y de menor volumen. Una estrategia eficaz es dividir el riego diario en dos aportes: uno al inicio del fotoperiodo y otro tres o cuatro horas después. Esto permite una buena absorción de agua sin disparar la evaporación.
El movimiento de aire interno mediante ventiladores no sustituye la extracción. Sin embargo, cumple funciones esenciales: evita bolsas de humedad, mejora el intercambio gaseoso y fortalece la estructura de la planta. Lo recomendable es instalar varios ventiladores pequeños a distintas alturas y en direcciones diferentes. La velocidad debe ser moderada para no dañar el follaje.
En ambientes muy húmedos o con alta densidad de cultivo puede ser necesario usar deshumidificación activa. En armarios pequeños bastan equipos de 0,5 L/día. En salas grandes se recomiendan aparatos de 1,5–2 L/hora. Para un control eficaz es mejor conectar el deshumidificador a un higrostato. Este lo enciende y apaga según el nivel de HR fijado. Así se evitan bajadas bruscas y se reduce el consumo energético.

Mantenimiento y precisión en las mediciones
Un buen control de la HR no depende solo de los equipos, sino también de su mantenimiento. Los filtros de carbón de la extracción deben sustituirse periódicamente para no comprometer el flujo de aire. Los deshumidificadores necesitan limpieza regular y vaciado de depósitos para evitar proliferación de bacterias.
Igual de importante es la precisión de las mediciones: conviene usar varios higrómetros y termómetros distribuidos en diferentes puntos de la sala para detectar posibles diferencias entre zonas. Además, es recomendable calibrarlos cada cierto tiempo para asegurar lecturas fiables. Una decisión de cultivo basada en un sensor desajustado puede echar a perder semanas de trabajo.
Conclusión
Controlar la humedad relativa en el cultivo indoor durante la floración exige una visión global y un manejo cuidadoso de todos los parámetros. La elección del sustrato, el ajuste de la temperatura, el tipo de iluminación, la renovación del aire, la estrategia de riego, el movimiento interno y, llegado el caso, la deshumidificación activa, junto con el mantenimiento adecuado de los equipos y la precisión en las mediciones, son piezas de un mismo engranaje.
En Fertihouse trabajamos precisamente para ofrecer ese enfoque integral, ayudando a minimizar el riesgo de enfermedades fúngicas, optimizar la fisiología de la planta y garantizar una cosecha sana y de alta calidad.