
El cobre (Cu) es un micronutriente esencial para las plantas y, al mismo tiempo, uno de los fungicidas y bactericidas más antiguos utilizados en agricultura. En el cultivo de cannabis, su papel genera debate: puede ser un gran aliado para prevenir enfermedades, pero también implica ciertos riesgos de fitotoxicidad y acumulación si no se aplica correctamente. La clave está en conocer cómo, cuándo y con qué precauciones utilizarlo, tanto en cultivos indoor como de exterior.
El papel del cobre como nutriente esencial
Aunque la planta lo requiere en cantidades muy pequeñas, el cobre cumple funciones vitales. Interviene en la fotosíntesis y la formación de clorofila, contribuye a la síntesis de lignina —reforzando así las paredes celulares— y forma parte de enzimas antioxidantes que ayudan a la planta a defenderse frente al estrés oxidativo. Además, mejora la resistencia natural frente a patógenos.
Cuando hay deficiencia de cobre, las hojas jóvenes suelen presentar clorosis, necrosis en las puntas o deformaciones en los brotes nuevos. Estos síntomas afectan la capacidad fotosintética y la estructura general de la planta, reduciendo su vigor y productividad.

El cobre como fungicida y bactericida natural
Más allá de su función nutricional, el cobre destaca por su potente acción frente a hongos y bacterias. Desde hace siglos se utiliza en agricultura por su capacidad para liberar iones Cu²⁺, que inactivan enzimas y bloquean los procesos respiratorios de los microorganismos patógenos.
En el cultivo de cannabis puede resultar eficaz contra hongos foliares como Alternaria, Septoria o Mildiu, y también frente a bacteriosis provocadas por Pseudomonas o Xanthomonas. En el caso de enfermedades radiculares causadas por Phytophthora o Pythium, se emplean formulaciones específicas con efecto sobre oomicetos.
Formas de aplicación y precauciones
La vía foliar es la más utilizada. Su objetivo principal es prevenir y controlar hongos y bacterias en hojas, empleando formulaciones como gluconato de cobre, oxicloruro (en dosis bajas) o hidróxido de cobre. Es importante aplicarlo al atardecer o durante la noche, evitando las horas de alta radiación o temperaturas superiores a 28 °C para no provocar quemaduras. Además, no se recomienda usarlo en floración avanzada, ya que puede dejar residuos en los cogollos.
En casos puntuales, el cobre también puede aplicarse vía riego para controlar hongos o bacterias radiculares. Las formas más seguras son los quelatos de cobre o el gluconato, menos fitotóxicos y mejor asimilados. Las dosis orientativas rondan los 0,05–0,1 ml/L en soluciones líquidas al 5–6 % Cu.
Es fundamental no abusar de esta práctica, ya que el cobre tiende a acumularse en el sustrato. Tampoco debe mezclarse con microorganismos beneficiosos como Trichoderma, micorrizas o bacterias PGPR, porque podría eliminarlos. Tras la aplicación conviene medir la EC y el pH del drenaje para verificar que el equilibrio del sustrato se mantiene.

Riesgos y manejo responsable
El cobre es muy eficaz, pero un mal manejo puede resultar contraproducente. Las dosis excesivas provocan fitotoxicidad, quemaduras en las hojas, ennegrecimiento de raíces o bloqueos de otros nutrientes como hierro y zinc.
También puede acumularse en el sustrato, algo especialmente problemático en medios como coco o turba, donde su eliminación es más difícil.
Por otro lado, el cobre puede interferir con el biocontrol, reduciendo poblaciones de microorganismos beneficiosos y dificultando la acción de bioestimulantes. Finalmente, el uso tardío en floración puede dejar residuos indeseados en la cosecha final.
Alternativas y complementos naturales
Dentro de un manejo integrado de plagas (MIP), el cobre puede combinarse con herramientas menos agresivas y más sostenibles. El fosfito potásico estimula la resistencia sistémica y mejora la nutrición fosfatada; el quitosano activa mecanismos de defensa y refuerza la estructura celular; el extracto de cola de caballo (Equisetum), rico en sílice, ayuda a fortalecer la cutícula y actúa como antifúngico; y el própolis se presenta como un excelente bactericida y antifúngico natural.
Además, mantener una buena ventilación y control de humedad en cultivos indoor es esencial para prevenir problemas como Botrytis o Mildiu, reduciendo la necesidad de tratamientos cúpricos.
Recomendaciones Fertihouse
Desde Fertihouse recomendamos aplicar productos a base de cobre en fase de prefloración o inicios de floración, evitando tratamientos en etapas avanzadas. En aplicaciones radiculares, conviene elegir formulaciones suaves (gluconato o quelato) y utilizarlas de forma puntual.
Si se trabaja con microorganismos beneficiosos, es importante esperar al menos 10–15 días tras una aplicación de cobre antes de reinocularlos. Finalmente, combinar el cobre con bioestimulantes inductores de resistencia —como fosfitos o quitosano— permite reducir la frecuencia de tratamientos y mantener un cultivo más equilibrado.
Conclusión
El cobre en el cultivo de cannabis es una herramienta de doble filo. Bien utilizado, ofrece una excelente protección frente a hongos y bacterias, pero un uso abusivo puede generar toxicidad, bloqueos y acumulación en el sustrato.
Su eficacia depende de un manejo responsable, preventivo y complementado con bioestimulantes y prácticas sostenibles. Integrado dentro de un programa de manejo racional, el cobre sigue siendo un aliado valioso para mantener plantas sanas y productivas.